sábado, 28 de febrero de 2009

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En Argentina estamos a años luz de esto, una pena.

Canadá, un ejemplo

Por Silvia V. Sonnenschein


He vivido y trabajado durante algunos años en Canadá, país en el que el conjunto social funciona como un engranaje bien aceitado. Cada persona cumple y hace cumplir las leyes, responsabilizándose por el objetivo común, que consiste en que el sistema social sea beneficioso para todos los ciudadanos.
Cada uno desde su lugar de trabajo hace su aporte y cuida de que uno de los verdaderos socialismos capitalistas existentes en el mundo funcione para el bien común.
Conscientes de la responsabilidad del Estado para con los niños, no sólo por deber, sino con visión de proyección temporal, invierten en los futuros hombres.
En Canadá, cada hogar recibe un subsidio del gobierno federal y otro del gobierno provincial por cada hijo menor de edad. Estos dos subsidios son depositados directamente en la cuenta bancaria de cada familia hasta que los niños alcanzan la mayoría de edad.
Estamos hablando de unos 400 dólares mensuales por hijo (esto puede variar un poco según cada provincia). El único requisito para esto es ser ciudadano o ser residente en el país.
(¿Debería esto llamarse "redistribución"?)
Tienen instrumentado, además, el sistema de familias sustitutas para chicos que vienen de hogares disfuncionales, con problemas de violencia, alcoholismo, drogadicción o similares. Son ubicados temporariamente en el seno de familias que los puedan cuidar mientras sus padres se recuperan.
El afán del Estado canadiense por integrar a los miembros de la comunidad se manifiesta de diversas formas. Con los inmigrantes, por ejemplo, a quienes se brinda una gran cantidad de cursos de los idiomas hablados en el país: francés e ingles. Todo gratuito.
El idioma gestual para sordomudos forma parte del programa curricular desde segundo grado de la escuela primaria. De esta manera, se aseguran de que toda persona sordomuda, en la calle, sea capaz de hacerse entender.
Los sueldos y beneficios del gremio docente están entre los más elevados del escalafón público. Por otra parte, el mantenimiento edilicio general de las escuelas, tanto en las ciudades como en las afueras, es excelente.
¿Cómo se organiza la enseñanza para que chicos con capacidades de aprendizaje muy disímiles puedan compartir las aulas? Además del maestro regular, por grado, están las "maestras asistentes". Hay establecidos, en todo el sistema educativo, cuatro niveles de necesidades, según los cuales se adjudicarán tantas horas de maestra asistente por día para cada alumno.
Un equipo especializado evalúa el nivel de necesidad física y psicopedagógica de cada niño.
En cada escuela hay, además, una ´"maestra de recursos", que se encarga de confeccionar los programas individuales por seguir para los niños que tengan necesidades especiales.
Al trabajar como psicóloga escolar, a cargo de las diez escuelas que pertenecían a un distrito, desarrollé un trabajo conjunto con directores, maestros, asistentes sociales, padres y alumnos.
Los grados, divididos por edades, son compartidos por todos los niños: los que no tienen dificultades y los que tienen necesidades especiales, desde niños con síndrome de Down hasta aquellos que concurren en sillas de ruedas al colegio.
Me tocó evaluar a un niño de once años que había sufrido una parálisis cerebral durante el parto. Estaba confinado a una silla de ruedas, por haber quedado con una secuela del 70% de incapacidad motora. Si un alumno sólo puede desplazarse en silla de ruedas, probablemente la maestra asistente le será adjudicada para todas las horas de permanencia en el establecimiento.
Una niña que había quedado sorda por efecto de la quimioterapia tenía adjudicada una maestra asistente durante todo el día. Ella escribía en una notebook lo que la maestra del grado decía.
Haber sido parte de esta experiencia me ha permitido saber que la inclusión social desde la infancia es posible, si se cuenta con la infraestructura necesaria. No se trata de tener mayor volumen de conocimientos científicos, sino de una ética de la inclusión. Me ha permitido vivir en una sociedad en la que los funcionarios públicos son empleados de toda la sociedad que cumplen una función de servicio.
El buen gobierno es la ejecución de ese servicio, el cumplimiento de dicha función.
La autora es psicóloga. Correo electrónico: vivianasonnenschein@gmail.com

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